Era sorprendente la manera en que cambiaban las cosas en diez años, se había sorprendido tanto al ver a Lana felizmente casada, tontamente enamorada y tan... embarazada. Entre risas y abrazos le había contado que en una de sus prácticas de medicina había encontrado al amor de su vida en un apuesto italiano de ojos verdes y brillante sonrisa y, al mes de casados, había quedado embarazada. Se veía tan alegre y cambiada que Erika apenas pudo contener las lágrimas.
Ni hablar de la pequeña Kimy, su niña hermosa la había abrazado con tanto gusto y entusiasmo que casi pierde el equilibrio en los tacones (sin una copa encima, para acabarla). Ella definitivamente arruinó su elaborado maquillaje con los lloros, era la que menos había cambiado del grupo con un corte de cabello a la barbilla como prueba de todos los años que habían pasado desde la última vez que se vieran en lugar de los pocos meses que parecían. Eso y la sincera sonrisa de amistad y la prudente distancia que mantenía con Saúl; después de cuatro años de duro noviazgo finalmente se habían dejado ir para rehacer sus vidas. ¡Y qué manera de hacerlo!
Saúl se había convertido en el diseñador automotriz más afamado de América Latina; después de varios intentos su ingenio finalmente había sido descubierto superando el estereotipo estético y evolucionando la estructura del auto moderno. Todo un hallazgo y sin saberlo Erika estaba manejando uno de sus diseños, tan graciosa coincidencia no podía escapar de las burlas de sus amigos y ya estaban planeando otra apuesta a futuro, eran imposibles de controlar, adolescentes o no.
Se retocó el lapiz de labios y finalmente salió del baño. Le recordaba tanto a sus primeras salidas nocturnas en la preparatoria que un mesero se le quedó viendo extraño al verla salir con semejante sonrisa de oeja a oreja.
"Seguramente creerá que me he echado un polvo" pensó "Aunque podría ser más adelante..." se dijo a si misma cambiado su sonrisa al notar que Saúl la miraba fijamente. ¿Por qué no? Para recordar la adrenalina de los viejos tiempos.
Dejó vagar su mirada por la pista de baile y no pudo evitar soltar la carcajada. Irene, haciendo honra a su memoria como la más extravagante, intentaba bailarle sensualmente a Alejandra al mismo tiempo que le hacía muecas a su esposo.
-Pobre hombre. Y eso que no vio a nuestra pequeña dodo cuando éramos unas escuinclas-rió para si.
Aunque, pensándolo bien, no hbía cambiado tanto. Seguía siendo distraída, la cartera olvidada en la mesa era prueba de ello, e hiperactiva como ninguno no le hacía falta más que una copa y tantita cuerda para dar rienda suelta a sus extravaganzas.
Se acercó a la barra para pedir otro trago y ahí vio a César, con un vaso a medio terminar competamente anodadado por el espectáculo que su novia y su loca amiga estaban dando.
- ¡Ea, Licenciado, cierre la boca que hay moscas!-bromeó Erika chocando su vaso con el de él y provocando que casi derramara su bebida por la sorpresa.
-Vaya Erika, no te vi venir- rió, volteando a ver a Alejandra.
- Si, ya me di cuenta. Como en prepa, sólo tienes ojos para una mujer- Todos sabían desde el principio que Alejandra y César terminarían juntos; pero sí que se habían tomado su tiempo. Toda la universidad, siendo más exactos, para darse cuenta de que querían intentarlo; y les estaba funcionando, se trataban exactamente igual que cuando eran adolescentes. "Excepto que ahora las peleas terminan en besos y no en golpes" pensó con diversión.
Pidieron unos shots para todos y un daikirí sin alcohol pero bien frío para Lana, y los llevaron a la mesa. Lo fresa ni los años se los quitarían. Una mesa redonda con un montón de bebida, vestidos cortos, labios rojos y fotografías in fraganti era su cuento de siempre. Pero qué bien se sentía recordar esos momentos, le derretían el corazón.
- ¡Hey, chicos, un shot por los viejos tiempos!- gritó Erika para hacerse oír sobre la música.
Se tomaron la primera ronda, luego la segunda y los hombres las llamaron alcohólicas cuando pidieron la tercera. Era tan refrescante que se sentía de 16 otra vez. Ya se iba a levantar por otra ronda cuando sintió a Kimberly jalándola del brazo hacia la mesa.
-Oye- dijo entre risitas y arrastrando las palabras. Nunca había tenido buen aguante con el alcohol y los dos shots seguidos ya le habían hecho efecto-, antes de que te vayas. ¡Todos presten atención! ¡Hay que ir a la fiesta de reencuentro!
-Ay si, Eri, tienes que ir.- Dijo Lana haciendo puchero-. Te lo perdiste en la graduación, no puedes faltar esta vez.
Erika se mordió el labio inferior con nerviosismo y comenzó a excusarse alegando del trabajo pero Saúl no la dejó terminar.
-Nada, Tally, nos abandonaste aquella ocasión; de esta no te salvas.
Todos comenzaron a argumentar, alegar y gritonear; Irene amenazó con llamar a su trabajo y Alejandra con secuestrarla directo de la oficina ¡con secretaria y todo!
-¡Ya, pues, bola de montoneros!- rió Erika- Iré, pero sólo si vamos todos juntos o les dejaré de hablar para toda la eternidad.
A la mañana siguiente su despertador atómico la despertó cruelmente a las 7 am desvelada, ojerosa, con el maquillaje corrido, sedienta y con un millon de cosas por hacer. Apagó la alarma y se volvió a tumbar en la cama.
-Condenados chamacos-gimió con dolor-. Desvelarme hasta las cinco de la mañana como si tuviera 17.
Yluego tuvo un ataque de risa tan largo y sincero que no sabía si reía, lloraba o le estaba dando algo por no poder respirar.
-los extrañaba tanto- susurró secándose la última lágrima. Se levantó con cuidado de no despertar al chico a su lado para ir al baño y la sonrisa se ensanchó todavía más al ver su horroroso look de after party.- Vaya, esta mañana si hay mucho por hacer.
El fin de semana siguiente se estaba bajando del camaro con sus tres chicas favoritas. Los chicos las esperaban en el lobby del Gran Hotel con sus pantalones de vestir y camisas con el cuello desabotonado. "Con este calor no se puede de otra manera", pensó.
Los chicos, ya no tan chicos, se quedaron con la boca abierta al verlas con sus vestidos largos y peinados de salón. Lucían despampanantes y así se sentían todas. Tantos años de regarla con vestidos que no les quedaban eran suficientes para que esa vez no se equivocaran ni queriendo. Inclusive Lana, la única con permiso de ir con pareja por su estado, lucía bellísima embarazada. Eran los mismos pero la edad les había sentado bien a todos.
Rieron, bailaron, se tomaron miles de fotografías, se reencontrron con viejos amigos, enfrentaron emergencias de vestuario y no pasaron más de diez minutos separados. Erika se divirtió tanto que no cabía en si de la felicidad. Esa era su noche, tal como debió ser nueve años atrás en su baile de graduación.
FIN