¿Es este mi castigo? ¿No se
habrán equivocado y me habrán mandado al infierno en lugar de darme una
oportunidad de ir al cielo por el purgatorio? Muchas veces, cuando era más
joven solía bromear con mis amigos sobre qué nos sucedería al morir, ¿a dónde
nos iríamos? Imprudentes y cínicos todos decíamos que al infierno: ¡Lujuria!¡Orgullo!¡Envidia!¡Celos!¡Gula!¡Avaricia!
Todos teníamos algo que nos hacía sentir “merecedores” de ir a conocer al mismo
Satán, pero todo eran bromas, juegos de niños, en el fondo cada quien quería
disfrutar de su versión del paraíso. Al parecer yo no estuve tan equivocado en
esas bromas infantiles…
^^“Marcos Sugía”,
si aquí estás, Purgatorio: 1583 años, cinco meses y trece días de castigo
infernal por el pecado Orgullo y actos menores de lujuria, envidia y avaricia.
Bienvenido, “Arrepiéntanse de sus pecados y sean salvos ante la gracia del
Señor”.^ ^ Esa fue mi sentencia, en un minuto
ya había decidido qué hacer conmigo y se deshicieron de mi presencia sin más.
En un abrir y cerrar de ojos estaba ante una reja enorme, gritos de
lamentaciones, súplicas y quejas me llegaban desde el interior, el miedo
invadió hasta la última fibra sensible de mi ser y de haberme podido mover
probablemente me habría echado a correr tragándome el orgullo que me había
enviado a ese horrible lugar; pero estaba sujeto de ambos lados por mis
carceleros. Eran varios, con rostros indescifrables y un agarre de hierro.
-¿Qué sigue?- pregunté con un ligero temblor en la voz.
- Prepararte para tu castigo-respondió uno de ellos.
Esa pareció ser la señal que
estaban esperando, me arrastraron hacia el interior de un enorme patio y lo que
vi me horrorizó: cadenas, clavos, tablas de madera, fustas, látigos, bestias
salvajes, sacos enormes llenos de piedras, bozales, cuchillos y demás
instrumentos estaban ahí, algunos ensangrentados y otros limpios y listos para
ser usados, la imagen me repugnó y me puse lívido al pensar que no habían
declarado mi castigo, cualquiera de esas cosas podría ser usada en mí. Mi mente
divagaba por esos compasivos pensamientos hacia mi persona cuando, de un solo
movimiento, me pusieron de rodillas y extendieron mis brazos hacia ambos lados
formando una cruz. Un grito atormentado surgió de entre mis labios al sentir el
frío metal de los punzones mordiendo la carne de mis muñecas, me habían puesto
unos brazaletes con cadenas colgando que se unían a algo a mis espaldas; para mi
mala fortuna no tuve que esperar mucho para averiguar qué era ese algo, una
estaca larga se clavó en mi nuca en forma de gancho, tan fuerte y tan profundo
en mis vértebras que sin lugar a dudas me habría matado de seguir vivo,
estirando tanto las cadenas que a duras penas podía mover los brazos sin sentir
un terrible dolor que me recorría todo el cuerpo. Clavaron otras cinco por mi
espalda y mis piernas para amarrar mis tobillos con esas argollas metálicas
llenas de punzones enterrados en la piel.
La sangre corría caliente por mi
cuerpo oscureciendo aún más la negra ropa que tenía al llegar. Me sacaron de
ese patio, cada paso era una agonía, hacia un valle enorme donde estaban todos
los atormentados. Ataron las argollas de mis pies al suelo y cuando pensé que
ya había terminado el dolor una última argolla que conectaba a una polea en el
suelo se enterró en mi cuello, haciendo más profunda la herida de la nuca y
desgarrándome la piel al moverme por la sorpresa. Estaba completamente
inmovilizado, sangrando y herido. Un grupo de hombres se aproximó a donde me
encontraba, seis sujetos de dos metros y anchos como toros con una sonrisa de satisfacción
y ojos completamente negros, sin atisbo de iris o pupila.
- A partir de aquí ya nos encargamos, ángeles-sisearon al unísono los seres. Mis “carceleros” se alejaron, dejando a cargo a quienes supuse que serían mis torturadores.
- Ahora comienza el castigo, miserable humano.
El primer golpe me tomó
desprevenido y por instinto traté de moverme para contraatacar pero los
punzones de mi espalda se resistieron al movimiento desgarrando piel y músculo.
Grité de dolor, pero fui acallado rápidamente por otro golpe en el estómago, ni
siquiera podía defenderme porque cada movimiento significaba una agonía con el
metal mordiendo mi carne y enterrándose entre mis huesos. No me quedó de otra
más que rendirme ante la golpiza. “Bastardo, inútil, humano débil, eres una
desgracia para tu raza, defiéndete, no nos hagas el trabajo más fácil, no
tienes valor, parásito” El ataque verbal golpeaba igual de fuerte que los puños
de esos demonios a través de mis oídos, enardeciendo el espíritu que había en
mi, hiriendo mi orgullo al saberme impotente ante el ataque.
No sé cuánto tiempo estuvimos
así, conmigo amarrado y recibiendo golpes e insultos, la sangre corría libre,
me nublaba la vista y ya se había formado un charco a mis pies, la ropa que
había traído puesta estaba llena de rasgaduras...
Pero repentinamente las cadenas se aflojaron, tardé un rato en darme cuenta de lo que sucedía, pero en cuanto lo noté me moví con cierta discreción para que mis atacantes no lo notaran, ¡Era libre de moverme! Respiré con fuerza y me impulsé hacia arriba para soltarle un puñetazo al demonio que tenía enfrente cuando las cadenas retrocedieron en la polea con brusquedad, ni siquiera pude tocar a ese bastardo antes de golpear mi nuca dolorosamente contra el suelo con las argollas presionando mi carne hacia abajo como si me quisieran enterrar en la tierra. Escuché las risas de los demonios:
Pero repentinamente las cadenas se aflojaron, tardé un rato en darme cuenta de lo que sucedía, pero en cuanto lo noté me moví con cierta discreción para que mis atacantes no lo notaran, ¡Era libre de moverme! Respiré con fuerza y me impulsé hacia arriba para soltarle un puñetazo al demonio que tenía enfrente cuando las cadenas retrocedieron en la polea con brusquedad, ni siquiera pude tocar a ese bastardo antes de golpear mi nuca dolorosamente contra el suelo con las argollas presionando mi carne hacia abajo como si me quisieran enterrar en la tierra. Escuché las risas de los demonios:
- Humano imbécil, no va a ser tan fácil- rieron pateando mi estómago.- ¡Ya pasó una semana, tomen un descanso muchachos!
Definitivamente eso no iba a ser
fácil. Mi purgatorio serían unos muy largos 1583 años, cinco meses y seis días.